Al salir de clase, los dos jóvenes comentaban el trabajo que les había encargado el profesor de historia. Estaba relacionado con dioses mitológicos de la antigua Roma, y desde luego, tendrían que esforzarse mucho porque les ayudaría a subir nota en la asignatura a final de curso.
-Estoy contenta con la diosa que se me ha asignado: Venus. La belleza, sensualidad, fertilidad y otras características creo que me darán mucho juego a la hora de desarrollar el tema-dijo Ana- además, voy a extenderme en los ámbitos de la escultura y pintura donde está muy presente.
-Yo no puedo decir lo mismo -contestó Sergio cabizbajo -la verdad es que el lado positivo no sé donde lo voy a sacar. En fin, hablaré de Baco con los adjetivos que normalmente lo califican: lujuria, embriagadez, excesos, orgías…


-No te preocupes. Ya verás, cuando te pongas a estudiarlo, descubrirás otras muchas más facetas desconocidas para todos.
No muy convencido, el joven marchó para su casa. Pensó, al día siguiente, acudir a la biblioteca. Consultaría distintos tomos especializados en mitología e historia de Roma.
Decidió acostarse temprano, porque quería aprovechar la mañana e ir adelantando el trabajo.
Cuando llevaba dos horas acostado, sin poder conciliar muy bien el sueño, notó que alguien le zarandeaba suavemente el hombro. Cuando se giró, no pudo creer lo que veía. Creyó que estaba dormido y que acabaría por despertarse. En la oscuridad de la habitación, percibió la figura de un hombre. Su cuerpo se cubría con una toga encarnada que le llegaba hasta los pies, pero que dejaba medio torso desnudo. Iba descalzo y la ausencia de abalorios intensificaba aun más sus sencillez. Solo su cabello ensortijado se adornaba con una especie de corona hecha de hojas de parra en la que se intercalaban de forma desordenada racimos de uva.


Todo su cuerpo, desprendía una luz muy blanca aunque no excesivamente intensa.
-¿Quién es usted? ¿Cómo ha entrado aquí? No me puedo explicar…
-Un momento, muchacho-le interrumpió el visitante-te lo iré contando todo a su tiempo. Soy el dios Baco. He venido aquí para que me acompañes a un singular viaje y aclararte ciertos aspectos sobre mí.
-Pero… ¡no es posible! Debo de estar soñando todavía.
-Nada es imposible. Nunca debes dar nada por hecho. Y ahora…¡vamos, no perdamos tiempo!.
De nuevo, todo se volvió oscuridad por unos segundos. Cuando Sergio reaccionó, se encontraba ante un paraje realmente hermoso. La luz de la mañana acariciaba dulcemente aquellos viñedos haciendo brillar sus racimos de uva como si fueran piedras preciosas.
-Nos encontramos en Roma. He querido situarme es esta campiña, cercana a la isla de Naxos donde yo me dirigía hace muchísimos años. Realmente, es en este lugar donde considero el por qué se me ha conocido como el dios del vino. Iba caminando y observé una pequeña ramita que sobresalía ene l suelo. Me resultó curioso, por eso, la arranqué suavemente y la transporté con mucho mimo hacia Naxos. Allí la planté, cuidé con esmero y observé como con el paso del tiempo iba creciendo e iba echando unos racimos de grano blanco, la vendimié y la prensé.
-Pero…-dijo el chaval-es raro, porque esa parte de la historia no la conocía. Solo ha llegado hasta mis oídos la parte festiva, los excesos del dios Baco.
-Es lo que se dice siempre de mí, pero no es toda la verdad. Por eso, te aconsejo que contrastes diversas informaciones y no te quedes con lo primero que te cuenten. ¿A qué no sabías que yo enseñé a los hombres a cultivar la vid y les hice que aprendieran la cultura del vino? Me tomaron así de referente como el dios de la agricultura
-Y de las llamadas Bacanales ¿Qué me dice? ¿Tampoco es exactamente como nos lo transmiten?
-No voy a negar que eran unas reuniones donde había diversión hasta altas horas de la noche y corría el vino en abundancia. Pero… ¿quién no  necesita alguna vez que otra estos momentos, aunque sea de forma esporádica, para dar fin a sus preocupaciones y evadirse de la vida cotidiana? Además, el vino ha sido para mí elemento de máximo respeto e importancia.
Al final, las Bacanales terminaron prohibiéndose porque los altos cargos de Roma creían que conspirábamos contra ellos, pero era falso. Como curiosidad, te diré que el origen del teatro actual procede de estas fiestas.


-¿Y qué se representaba? ¿Era parecido a lo que conocemos hoy día?
-Pues sí, bastante. Había quienes desarrollaban una comedia o una historia trágica. Otros días eran los oradores los protagonistas, recitando unas bellas poesías. Herodoto, un gran historiador de la época, optaba por hacerme sublimes poemas en mi honor.
-Volviendo al tema del vino, me gustaría saber… ¿de qué forma era para vosotros elemento de ensalzamiento? Supongo que si era tan preciado, no podrían faltar esos días en los que la gente celebraba el tener presente en sus vidas este exquisito producto.
-¡Por supuesto! Se llamaban Las Dionisíacas.  Se iniciaba con un concurso en el que la persona se subía a un odre vacío. El objetivo era no perder el equilibrio y, si se conseguía, el ganador se lo llevaba lleno de vino. Otro día, los adolescentes festejaban su entrada en la mayoría de edad. Tomaban su primera copa de vino y este acto simbolizaba la virilidad de cara a nuestra sociedad.
-Perdone que le interrumpa, pero las fiestas de la vendimia han transcendido hasta nuestra época. ¿En qué meses transcurrían?
-En octubre y noviembre. Se premiaba al agricultor que mostraba el racimo más grande y vistoso, fruto de su arduo trabajo durante los meses anteriores.
-Vale, lo he entendido. Imagino que aquí terminaría la exaltación al vino.
-¡Claro que no! En enero y febrero llegaba la diversión con la fiesta de las tinajas, en las que se representaban pequeñas obras de teatro y se congregaban para verlas tanto mayores como pequeños. Por último, acontecía para nosotros la celebración mayor en el mes de marzo. Bebíamos vino de la cosecha anterior conservado en toneles de barro cocido. Se denominaba el día de los jarros y aquí se culminaba con el fin de la elaboración de los vinos.
-Solo puedo decir, ante esto que usted me explica, que tenía una idea totalmente errónea sobre usted y su entorno. Desde luego, me alegra haber cambiado mi opinión gracias a su información.
-Me alegro mucho. Ahora he cumplido mi misión y tengo que marchar. Me gustaría que a tus amigos acercaras el vino como un estimulante a los sentidos, que está vivo y da la vida. En definitiva, es un don de la Naturaleza que tenemos el enorme privilegio de poseer.
-No le quepa la menor duda. Brindaré por la gran suerte que tenemos de paladear esta antiquísima bebida.
El dios Baco esbozó una leve sonrisa mientras su imagen se iba difuminando lentamente, no sin antes pronunciar estas palabras: “Bebamos el néctar divino, el don de Baco, el dios del vino”.

 

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