Temporal Bienvenido
Los cuatro grados bajo cero de aquella noche, y la intensa nevada que iba cubriendo poco a poco todo lo que se encontraba a su paso, hizo que Alonso parase el motor de su coche en una zona bastante alejada de la población a la cual se dirigía. Cuando sus ojos se fueron acostumbrando gradualmente a la oscuridad, pudo apreciar que a su alrededor había pequeñas tierras de viñedos e, igualmente, unas huertecitas que eran, sin duda, el sustento de aquellos lugareños.
-Perfecto-dijo irritado-me encuentro solo en una zona que no conozco y este fuerte temporal no me deja seguir mi camino. No tengo más remedio que dejar aquí mi coche, en este estrecho sendero. Por lo menos, los árboles servirán de refugio hasta que mañana por la mañana pueda venir a recogerlo.
No sin poca dificultad, echó a andar en línea recta, mientras un impetuoso viento azotaba su cara y hacía bailar su capa de forma traviesa. Sin desanimarse, continuó su marcha durante un buen rato, hasta que pudo divisar unas diminutas lucecitas que oscilaban y que, seguramente, correspondían a alguna vivienda.
Cuando estuvo más cerca, logró comprobar que la morada era una minúscula cabaña perteneciente a una humilde familia que desempeñaría trabajos agrícolas. Su sencillez y la austeridad de su fachada, que se adornaba solo con un estrecho ventanuco, captó su atención.
Asió la aldaba de la desvencijada puerta y llamó tres veces. No tuvo que esperar demasiado para encontrarse frente a él a una anciana mujer, cuyo rostro, ajado por el paso del tiempo, era iluminado por la débil luz de una lámpara de gas.
-Buenas noches, señora. Necesito cobijo aunque sea por esta noche, y así, mañana por la mañana, con la primera luz del día, reanudar mi camino. De esta forma, llegaré al pueblo con más facilidad.
-No faltaba más. Pase, caballero, en nuestro hogar no le podemos ofrecer mucho, pero siéntase como en su casa.
Cuando entró en la modesta estancia, vio como un hombre mayor echaba leña a una chimenea, cuyo fuego chisporroteaba alegremente.
-Bienvenido sea. Mi nombre es Ramiro. Ya le ha dicho mi mujer que no se preocupe, y que puede descansar tranquilamente. Pero antes de nada, quítese su capa y venga a sentarse aquí a mi lado para que me cuente que es lo que le ha traído por aquí en esta noche tan desapacible.
-Permítame presentarme. Me llamo Alonso y soy historiador. Estoy interesado en recopilar información histórica sobre los lugares que voy visitando. En este caso, he querido detenerme aquí, en Calatayud. Luego seguiré hasta Navarra.
-¿Y qué es lo que le gustaría visitar de aquí?
-Principalmente el Castillo de Santa Martina y la Colegiata de Santa María la Mayor.
-Sí, señor…sin duda, emblemas por excelencia de estas tierras aragonesas.
-Partí de mi tierra natal, Extremadura, hace varios días, pero no imaginé que la climatología estuviese en mi contra.
-Es muy frecuente que ocurra ésto. Ya verá como mañana ve las cosas de manera distinta. Y ahora… ¡a comer! Seguro que estará hambriento. Rosario, prepáranos la cena.
Los hombres tomaron asiento alrededor de una tosca mesa de madera y media hora después, apareció la mujer con las viandas.
-Perdónenos, pero solo le podemos dar un plato con estas espinacas que hemos recogido por la mañana de nuestra huerta, y vino tinto que elabora mi marido de la pequeña parcela que hay junto a nuestra casa.
-¡Pero si tiene una pinta estupenda! Daremos buena cuenta de ello y luego, seguro que dormiré plácidamente.
Todos comenzaron a paladear su frugal cena, pero hubo un momento ene l que Alonso, al probar el vino, exclamó:
-¡Pero si esto es lo más delicioso que he probado nunca! Desde luego, no soy ningún entendido en vinos, pero como éste no he probado antes ningún otro.
-Me alegro-contestó Ramiro-mi vino, eso sí, lo elaboro con la máxima dedicación y delicadeza. Tenga en cuenta que para nosotros no es nada fácil recolectar su fruto, ya que estas tierras son continuamente castigadas con fuertes tempestades y muchas enfermedades que afectan a la cepa. No crea, hay veces que por mi edad y mis achaques me desanimo y veo que no merece la pena entregarle a este trabajo tanto tiempo, ya que suelo recoger la cosecha de noche. De día prefiero ayudar a mi mujer con las labores de la huerta.
Pero en fin, también pienso que el vino lo utilizamos para nuestro consumo y me siento feliz cuando veo el resultado y lo puedo degustar sabiendo que ha sido a costa de mucho esfuerzo diario.
-No desespere, su tesón y empeño hacen que tenga un producto muy especial y todo el mundo, no tiene esa capacidad para lograrlo. Y ahora…con su permiso, me retiro a descansar.
Rosario le acompañó hasta su lecho, que no era más que un simple jergón situado en la misma cocina.
Al despuntar el alba, el investigador se sintió más tranquilo y descansado, porque el día, de momento, parecía que iba a darle un respiro. Como no quería alargar más su estancia, se despidió del matrimonio, no sin antes prometerles que a su vuelta los visitaría otra vez. Aquella buena gente le había tocado el corazón. El anciano, le obsequió con una botella de vino, ya que se aproximaban unas fechas muy señaladas, y le dijo:
-Feliz Navidad, que lo disfrute y se acuerde de nosotros.
-Se lo agradezco. Me han acogido de maravilla. Cada vez que beba un sorbo de este tinto excepcional, valoraré aún más el quehacer que hay detrás de todo esto. Hasta pronto.
Pasaron más de dos semanas cuando el matrimonio recibió una grata sorpresa. Alonso prometió su visita y cumplió su palabra. Pero esta vez iba acompañado por dos amigos más. Nervioso, empezó a contarles las buenas noticias que traía:
-Como les dije que iba a continuar a Navarra para recopilar más datos sobre mi trabajo, me dirigí a Olite, a visitar su espléndido Palacio Real. No podía irme de allí sin visitar sus famosas bodegas. Conocí en una de ellas a Íñigo, enólogo, e Iñaki, dueño de la misma. Compartiendo con ellos una tarde de charla, les di a probar el vino que me regalásteis, porque no dejaba de pensar en lo peculiar que me había resultado. La reacción de ellos no se hizo esperar.
-Amigos, tienen ustedes una verdadera joya-añadió Íñigo-se que no sois conscientes de la alta calidad de vuestro vino. Es una oportunidad única que no se puede pasar por alto.
-Hemos analizado de forma exhaustiva y nos agrada decirle que este tipo de vino procede de la uva garnacha, abundante en esta región de Aragón. Es muy resistente a la adversidades del clima, pero para su buen desarrollo es imprescindible los veranos calurosos y esto, por fortuna, también lo poseen aquí. Por supuesto, el amor desde que ha recogido las uvas hasta la elaboración del vino, ha sido un punto fundamental. La guinda la pone la combinación de aromas afrutados y florales que desprende y que no dejan de ser un verdadero gozo para los sentidos.
Ramiro, todavía acongojado por estas palabras, dijo:
-Todavía no doy crédito a lo que oigo. Nunca imaginé que este vino podía poseer tantas magníficas cualidades.
-Y ante todo-contestó Iñaki-quería proponerle un trato por si pudiera interesarle. Se merece que se le reconozca su trabajo y salir de las penalidades de una vez por todas. Desearía cerrar un trato comercial con usted, donde este vino, solo se vendiera a pequeña escala ya que es algo muy selecto. Mi bodega está a su disposición para lo que necesite, ya que nos encargaríamos de la parte de marketing, entre otras cosas, con el fin de que el vino llegue a los restaurantes y consumidores más distinguidos.
-Este vino te atrapa y embriaga como una mujer salvaje-dijo Alonso filosóficamente.
Todos rieron la ocurrencia, mientras que Rosario se dirigió a la cocina para sacar unos vasitos y así, brindar por una ocasión tan singular. Su marido dijo:
-Señores, que todo llegue a buen término y que este precioso líquido rojo granate sirva para unir lazos y depararnos una vida mejor.
Con parsimonia, todos quedaron envueltos en la magia del momento. Viendo esta entrañable estampa, se podía decir que la ilusión y el encanto de la Navidad, existían realmente.
Cuando el matrimonio quedó a solas, se fundieron en un largo y cálido abrazo.