En una pequeña bodega, justo al lado de unos toneles que estaban en el suelo, en un hueco de la húmeda pared tenían su morada una familia de ratoncitos.
Un día, cuando estos roedores finalizaron su almuerzo, papá ratón habló así a su pequeño hijo:
-Prepárate, Pim, esta noche vamos a realizar una visita muy interesante a nuestra anciana amiga la señora araña. Quiero que conozcas bien lo que te tiene que explicar.
-¿De verdad, papá?-contestó abriendo mucho sus curiosos ojillos-dame una pista. ¿D e qué se trata?. Ya estoy impaciente.
Mientras la madre sonreía, continuaba el padre diciendo:
-No, no…aún no. Lo sabrás cuando llegue su momento.
Una vez que llegó la hora, marcharon los tres muy contentos a la tan ansiada cita. Cuando llegaron, la señora araña los saludó cortésmente:
-Poneos cómodos, os estaba esperando. Especialmente a ti, Pim. Espero que lo que oigas hoy te resulte, por lo menos, provechoso.
De esta forma, el travieso ratoncito se sentó en un tonel que estaba en la parte superior y muy cerca de donde se encontraba ella.
En cambio, los padres prefirieron quedarse en la hilera de la solera.
Allí, bajo una tenue luz , entre aromas de vino y madera, empezó la historia.
-Señora-preguntó el diminuto roedor- ¿cómo logra hacer esos dibujos tan complejos con su tela?
-Es muy fácil. Nosotras tenemos unas glándulas posteriores en el abdomen que segregan la seda. Es líquida, pero en contacto con el aire se vuelve sólida. A partir de ahí, podemos elaborar distintas estructuras. Unos son en forma de espiral, otros parecidos a una hoja, a un embudo…pero lo que quiero que sepas, es que nuestra labor es lo realmente importante.
Lo que tú ves a simple vista te puede resultar muy atractivo, pero intenta llegar más allá.
En este privilegiado sitio donde vivimos, se tienen que dar conjuntamente muchos factores para lograr una excelente calidad en el vino, por ejemplo, la humedad del suelo, la oscuridad, la tranquilidad…y aunque te parezca raro, las arañas también tenemos un papel importante en este lugar. Ahí es donde yo quería llegar. Somos un eslabón bastante considerable aquí para el desarrollo de este proceso.
-¿Vosotras? ¿En qué sentido? No lo entiendo.
-Las arañas somos indispensables en una bodega, ya que servimos como desinfectante natural.
Por ello, somos el mejor insecticida. Nuestra misión es atrapar a los mosquitos a través de nuestra tela. Una vez que éstos caen en ella, los sentimos a través de las vibraciones que provocan al caer. Nos alimentamos de ellos y de otros pequeños insectos. Así, cuando el vino ya está apto para su consumo no ha habido nada que haya podido alterar sus características.
Es nuestra forma de “limpiar” el ambiente.
-¡Ah, ya entiendo! Por eso, cuando vemos telarañas en una bodega, no es sinónimo de suciedad ni de abandono, sino todo lo contrario. Las apariencias engañan.
-¡Muy bien, hijo! Lo has comprendido perfectamente. Me doy por satisfecha.
-Gracias, compañera-dijo papá ratón-creo que mi hijo se queda con una lección vital.
Todos hacemos nuestro trabajo para que todo llegue a buen y feliz término. Y ahora…a descansar, se hace tarde. No la molestamos más. Se lo agradecemos mucho. Que descanse.
-De nada, vosotros también. Y a ti, Pim, espero que me visites más a menudo para charlar otro rato.
-Así lo haré. Se lo prometo. Hasta pronto.
Se despidieron de su amiga y la bodega, de nuevo, volvió a quedar en una agradable y placentera quietud.