Bajo un cielo encapotado y muy lluvioso, Javier y sus dos mejores amigos, Eva y Ángel, se dirigían contentos y expectantes hacia la casa del tío del primero de los niños, que se encontraba en la plazoleta del pueblo justo al lado de una pequeña y coqueta ermita.
El día anterior, el buen hombre, conocedor por sus años e interés por los acontecimientos que ocurrían en su localidad, prometió relatarles a los muchachos una curiosa e intrigante leyenda que tuvo lugar en el siglo XVI en la bodega que se hallaba en las afueras del lugar.
Una vez que los tres compañeros llegaron al hogar de Raúl (que así se llamaba quien les iba a desgranar esta historia) les hizo pasar a una cómoda y amplia estancia, en la cual se hallaba una chimenea encendida.
Él, se sentó en un confortable butacón y los niños prefirieron acomodarse en una mullida alfombra en el suelo.
-Venga, tío-dijo Javier-estamos impacientes por los que nos vas a contar.
-Eso-contestó Eva-me encanta conocer historias interesantes que han transcurrido en mi pueblo.
-Vamos allá-respondió a su vez Ángel-estemos atentos para no perder detalle. Empiece ya, por favor.
-Bien-comenzó el hombre-seguro que todos habéis oído hablar del fantasma que, según se dice, sigue errando por la bodega “El Amanecer”, pero no sabéis con exactitud todos los detalles que conciernen a este relato.
A mediados del siglo XVI, Pablo, un comerciante de posición social acomodada y procedente de Alcántara, un pueblecito situado en la provincia de Cáceres, se dirigía a nuestra localidad para cerrar unos tratos referentes al vino y una compra de éste bastante considerable con Faustino, el dueño de la citada bodega.
Éste último vivía con su mujer en una acogedora casa que se encontraba anexa a ella. Una vez que llegó, se alojó en un pequeño mesón, el cual actualmente ya no existe.
Al día siguiente por la tarde, fue hacia la bodega, dentro de la cual, le esperaba Faustino con la intención de llegar a un amigable acuerdo entre los dos.
Clara, su mujer, le esperaba replanteando la cena mientras los dos hombres charlaban. Al cabo de mucho rato, empezó a impacientarse porque su marido tardaba en llegar. Al principio, no le dio mucha importancia, pero cada vez transcurría más tiempo y éste no llegaba. Cuando al fin oyó que abría la puerta y fue a recibirle, él se excusó diciendo que estaba muy cansado, pero su esposa notó que tenía la mirada ida y una actitud bastante crispada.
Ella, comprensiva, aguardó que él estuviese más relajado para conversar, pero los días pasaban y Faustino solo decía que todo había marchado bien pero no daba más explicaciones.
-Pero-interrumpió Eva-¿Y el comerciante? ¿Qué se supo de él?
-Parece como si se lo hubiese tragado la tierra-añadió Javier.
-No dio más señales de vida ni en su ciudad natal, por lo que lo dieron por perdido-manifestó Raúl.
-Pero… ¿Y el trato discurrió bien? ¿Y esa actitud tan rara que Clara notó en él?-intervino Ángel.
-Ese es el “quid” de la cuestión-respondió Raúl-la cosa quedó en el aire, pero daros cuenta que los tratos comerciales en aquella época no eran precisamente muy amistosos que digamos. La mayoría de las veces daban lugar a fuertes discusiones con carácter violento. Faustino nunca volvió a ser el mismo, se convirtió en una persona taciturna, temerosa y encerrada en sí misma.
-Por lo que se deduce- alegó Ángel-que el dueño de la bodega pudiera haber asesinado a Pablo, y enterrado no se sabe dónde, pero en un lugar que solo él conocía a la perfección, por este motivo desapareció del mapa como por arte de magia.
-Eso es, chicos-sonrió el tío de Javi-por eso se habla del fantasma de la solera.
Si Faustino fue el culpable de asesinato no lo sabemos con certeza, pero la gente más anciana del lugar dice que el alma del comerciante no ha encontrado la paz, y por las noches se siguen oyendo quejidos lastimeros dentro de la bodega.
Así se ha ido describiendo la historia hasta nuestros días. Como era ya muy tarde, los jóvenes marcharon hacia sus casas, no sin antes agradecerles a Raúl el haber conocido esta atrayente y enigmática narración que marcaría para siempre un antes y un después en el devenir de este pueblecito.